sábado, 3 de octubre de 2015

Arena y punzada

He intentado al hablar de la soledad ajena hablar de mi soledad.
He intentado dejar claro que tengo voz y he gritado.

Arena

Son impenetrables otros cuerpos en mis recuerdos,

su imagen bañada de arena es inquebrantable,

su ella en mi es improfanable: para todo puñal

hay suficiente ella como para volver a llenarse.



La quiero a ella para ella, sin otra voz ni otras

manos que la sostengan: no quiero que nadie

le saque el musgo de las caderas, no quiero

que nadie limpie un solo grano de su arena.



Quiero su soledad integra, su noche sin más

luz que un puñado de estrellas, su día sin más

cielo que un sol, quiero una soledad de ella

sin más que ella, para así compartir sólo arena. 

Sino de una voz

¿Y mi voz, en dónde parará mi voz?

¿Dónde irá a quedarse lúcida y aún mía?

¿Por dónde irá a pasar con otro timbre?

¿Dejará nombre en alguna situación?

¿Arrastrará alguna semilla sobre algún ojo?

Tal vez abra algún ojo de algún alma,

tal vez le dé un nombre a algún escalofrío

o a algún golpe. Tal vez ame a un dolor,

tal vez odie a alguna bendición, tal vez

discuta con alguna otra voz.



¿En dónde irá a parar mi voz?

Tal vez la adopte alguna sangre

o pese en alguna lágrima.



¿En dónde irá a parar mi voz?

Tal vez se coloque en la sonrisa

de alguna amada, o en su recuerdo.

Tal vez se clave en otra voz y cante

por si misma constantemente. 



¿En dónde irá a parar mi voz?

Podrá parar en el olvido,

tal vez se pierda:

tal vez pare en la perdición,

su conducto sea movido por malos dientes,

o se enrede en alguna luz, estante o biblioteca.



Tal vez tenga miedo, tal vez valor,

tal vez se canse y quede muda…



Aquí, solo pido a los espejos que le huyan.

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